¿Estás preparando alguna carrera? Esta es una pregunta muy típica entre corredores que llevan unas semanas sin cruzarse durante sus entrenamientos.
Todas y cada una de nuestras zancadas persiguen un objetivo. Unos más lejanos, otros a la vuelta de la esquina. Unos difíciles, otros sencillos,… pero cada entrenamiento tiene una meta concreta.
Y ese es el principal motor que nos hace atarnos las zapatillas día tras día.
Cada objetivo que nos proponemos en nuestra carrera deportiva nos mueve para poder alcanzarlo. Y no sólo nos motiva, sino que hace que cambiemos nuestro compartimiento diario y nuestras rutinas.
Un objetivo nos ayuda a ser responsables. Los malos hábitos quedan aparcados hasta el día de la carrera. Retomarlos o no, depende de nuestra perspectiva de futuro que tengamos hacia una nueva meta.
Y ojo. Que tener un objetivo no es simplemente apuntarse a una prueba y establecer una marca. Cada uno de nosotros puede tener una meta distinta:
Todos y cada uno de ellos, respetables. Al final de mes, te aseguro que vas a cobrar lo mismo, independientemente cual sea tu objetivo.
Resulta muy curioso ver como últimamente los corredores le han perdido el miedo a las grandes distancias.
Mírale, lleva un mes entrenando y ya se ha apuntado a su primer maratón.
Muy bien. Muy valiente, sí… Pero con más huevos que conocimiento.
La cordura es algo que, en los tiempos que corren, se ha perdido. Y eso hace que con el paso de los años, al no alcanzar nuestras metas, acabemos abandonándolas.
Tan importante es iniciar un objetivo, como saber dónde estamos para poder establecerlo coherentemente.
La barra del bar es, posiblemente, el lugar donde más planes y objetivos se establecen, tanto deportivos como personales. Y está bien que así sea. Pero, antes de dar por sentado una nueva meta, tenemos que sentarnos en nuestro sofá y darle un par de vueltas. Sí, con un café o un té… Nada de cubalibres.
Resultaría muy sencillo continuar este post con motivos y razones por las que tener un objetivo siempre en mente como corredor. Pero no… quiero ir más allá. Te quiero hacer ver la importancia que tiene algo tan tonto como contar tus objetivos a alguien.
Verás…
Seguro que has escuchado hablar a algún compañero que se está preparando una carrera para dentro de unas semanas. La ilusión con la que te lo cuenta, le delata que es una prueba a la que tiene muchas ganas.
La preparación será larga y los entrenamientos duros: frío, lluvía, calor, madrugones,… un sacrificio que sólo los corredores entendemos cuando se nos mete algo en nuestra dura cabeza. Porque sí… es dura.
A pesar de esto, el primer paso (y quizás es el más importante) ya le ha dado. Te lo ha contado.
Tu amigo, que se está preparando para el maratón de Madrid y tiene como objetivo bajar de las 3 horas. Al contarte sus pretensiones ha adquirido un compromiso contigo y consigo mismo.
Este compromiso será una de las motivaciones que le mueva a entrenar cada día.
Ninguna excusa parará a esa bestia que han creado sus palabras.
No puede fallar a ningún entrenamiento. Ni por él. Ni por ti. Ni por todas las personas a las que haya jurado sus pretensiones.
Aquellas palabras que compartió contigo de tengo como objetivo correr el maratón de Madrid y bajar de las 3 horas, es suficiente justificante como para que nada ni nadie le detenga en su camino.
Bien. Hemos quedado que el compromiso que tienes al contar algo es muy importante.
Pero ojo. Que esto no asegura a tu amigo que vaya conseguirlo. Si fuera tan fácil, la palabra éxito carecería de sentido. No es ni tan siquiera una vaga promesa.
Quizás la preparación sea la mejor. Puede que esté más fino que el coral. Incluso que vaya con esas zapatillas que los domingueros afirman que bajas 20 segundos por kilómetro.
Pero un maratón es un maratón. Y cualquier detalle puede tirar por tierra la carrera.
Cuando acabe la carrera puede haber sucedido dos cosas:
Una vez cruce la meta, su compromiso se acabó. Contigo y con él.
Es momento de celebrar en la barra del bar el éxito o el no éxito. Aquí no se puede hablar de fracaso.