Empecemos por tener claro este concepto porque no se trata de una fatiga ocasional y transitoria. El síndrome de sobreentrenamiento (SSE), o también conocido como burnout, es una situación adaptativa de tu cuerpo ante un exceso de entrenamiento junto con una falta de descanso y recuperación. Sucede cuando nos sometemos a cargas muy altas de entrenamiento por falta de tiempo o de planificación ante una competición/evento o, porque simplemente, te has pasado de la raya.
Exceder de esos límites, no sólo te va a impedir progresar sino que además se unirán dolores musculares, malestar físico y una horrible fatiga. Los que practicamos deporte llegamos a pensar que cuanto más hagamos es mejor, pero si no entrenas con cabeza, conseguirás justo el efecto contrario.
Después de un entrenamiento, el músculo puede sufrir una sobrecarga y presentar molestias. Cuando se trata de una fuerte molestia más allá de unas simples agujetas, es el momento de escuchar a tu cuerpo y proporcionar un descanso (puede ser descanso activo) y, por supuesto, ponerte en manos de un profesional para aplicar la terapia adecuada.
Lee bien esta frase y recapacita:
Si entrenas de menos, puedes que no termines. Si entrenas de más, puede que no empieces.
Hace mucho tiempo que la tengo puesta en mi habitación, frase que recorté (ahí, a lo cutre) de algo que debí leer o comprar hace tiempo y, desde entonces, intento tenerla siempre muy presente ya que tuve una época hace años, que iba lesión tras lesión.
Adoro el deporte, me encanta cómo me hace sentir, muy agradecida de la gente que he conocido y sigo conociendo practicando deporte, me encanta lo agradecido que es el cuerpo y la mente cuando le dedicas un poco de tiempo de forma constante, pero he tenido momentos que no sabía dónde estaba mi límite y, a pesar de no haber sufrido nunca este síndrome, sí me he rodeado de personas que lo han padecido y he de reconocer que llegué a asustarme (y no es para menos).
Desde entonces, siempre he intentado contar con el apoyo de entrenadores y he tratado de formarme para no caer en obsesiones absurdas que causan más daño a la salud que otra cosa.
Varios puntos clave: alimentación, actitud y planificación. Una vez fijado nuestro objetivo, tenemos que tener el control del tiempo con el que contamos para calcular así las progresiones y poder planificar mejor los periodos de ejercicio intenso y las semanas de descarga entre medias. Este es mejor modo de conseguir que nuestro cuerpo funcione de la forma más eficaz y eficiente.
Todos deberíamos entrenar por grupos musculares (y si no lo has hecho, deberías probarlo), dejando varios días de descanso para volver a darles caña. Os aseguro que el bíceps o los abdominales no se van a ir de vacaciones porque no les dediques tiempo todos los días.
Por supuesto y, como ya he comentado en otros artículos, comer bien y tener una actitud positiva, nos ayudan mucho para estar siempre a tope así que, todo se complementa.
Escucha a tu cuerpo, es lo más importante. ¿Os suena el descanso activo? Por si no sabéis qué es, os cuento.
Por eso de ser activo, no se trata de no parar el día de descanso, pero tampoco hay que estar cual momia en el sofá. El descanso activo (o descanso del guerrero, ¡ouh yeah!) se produce realizando actividades de poca intensidad con bajo impacto muscular y articular (andar, pasear en bici, nadar o cualquier ejercicio realizado con poca intensidad). De esta manera, nuestros músculos se van a recuperar mejor del esfuerzo al que les sometemos en el entrenamiento, sobre todo después haber hecho un entrenamiento de los guays, es decir, caña en tiempo y forma.
Los que tenemos perritos lo tenemos fácil porque paseos siempre hay pero, aunque no tengas mascota, este tipo de descanso se ha de convertir en un momento perfecto para para divertirnos, desconectar, olvidarnos de nuestro objetivo y relajarnos.
La primera medida y lo que la lógica nos dice es parar, suspender el entrenamiento. Si continuas con la actividad deportiva, sólo vas a agudizar más el problema.
Ten en cuenta que si tienes una lesión, debes asegurarte de volver cuando ya no exista o cuando tu fisioterapeuta te diga que estás en condiciones para volver a entrenar. Busca además un preparador físico que te ayude con la planificación para no volver de nuevo a lo loco y te pase lo mismo. Y, si además psicológicamente también estás afectado, que es muy normal por la gran fatiga que se siente, acude a algún terapeuta que sepa ayudarte a volver a ver lo mejor de ti (porque te aseguro que lo hay y, que si no ese objetivo, ya habrá otros muchos).
Sé que uno coge con muchas ganas un reto deportivo: se dedican muchas horas, vas sumando kilómetros, se incrementan cargas; a veces incluso se compran billetes de tren o avión para ir al evento deportivo, nos compramos la última moda en zapas supersónicas y/o vemos a los compis que siguen entrenando a tope mientras nosotros vamos al campo a pasear con el perro sin poder correr, pero… ¿y qué? ¿Realmente te has parado a pensar que pocas personas viven del deporte profesionalmente, como para no poder esperar y hacerte más daño?.
Reflexiona en esto porque no merece la pena. Para, respira hondo y piensa que cuerpo sólo hay uno… y objetivos, muchos.