¿La pereza te invita a buscar una excusa para no salir a correr?
¿El diablillo del hombro izquierdo siempre es más fuerte que el angelito del derecho?
¿Te cuesta más ponerte las zapatillas que ir a echar gasolina?
¿No puedes dejar de ver Sálvame las tardes de verano? ¿O de invierno?
Tranquilo.
Todos hemos pasado por ahí.
Y, por suerte para ti, hay solución.
Hace tiempo, cuando apenas tenía 25 años, al llegar del trabajo, a eso de las 18:00h, lo último que estaba en mi checklist de cosas por hacer era salir a hacer deporte. En verano porque estábamos a 40 grados a la sombra. En invierno bajo cero.
Siempre buscaba un motivo (de peso o no) para ponerme el pijama y tirarme en el sofá la tarde entera viendo cualquier basura que echaban en la televisión: La 1, Telecinco o Antena 3 siempre eran el sitio de mi recreo y mi pasatiempo preferido.
Bebiendo cerveza.
Comiendo gusanitos.
Ganando kilos.
Perdiendo salud.
Era el plan.
Con fisuras.
Pero mi plan.
Por suerte, de esto hace ya más de 15 años.
Pensaba yo, inocente de mí, que la climatología era el factor que me obligaba a quedarme la tarde tumbado en el sofá.
Pero no.
Cada día había algo. Una excusa que me hacía elegir la opción fácil y quedarme en el sofá.
Verás…
He de sincerarme contigo.
A día de hoy, después de hacer más kilómetros que un Simca 1000, aún tengo esos días.
Pero tengo un hábito.
Y eso es superior a cualquier excusa.
En este post, quiero echarte una mano para que no seas tú lo que fui yo. Ese tío vago que miraba las zapatillas con recelo.
He recapitulado (tirando de memoria) 5 excusas que los runners nos ponemos para no salir a entrenar.
También te traigo consejos para evitar caer en la tentación de dejarlo para mañana. O para el siguiente lunes.
Venga.
Sin duda, la excusa más potente para no salir a correr.
La que más se repite entre corredores. Y no corredores.
Que el tiempo es nuestro bien más preciado, es una realidad.
Pero…, ¿seguro que es cuestión de tiempo?
Permítame que lo dude.
En los años que practicaba el sillón-ball tenía mucha carga de trabajo. Las notificaciones de los correos electrónicos eran constantes…
Mi cabeza solo daba para trabajar, llegar a casa y desconectar.
Era feliz así.
O al menos lo creía.
Mi prioridad al salir del curro era, por tanto, descansar.
Hasta que llegué a los temidos 100 kilos.
Ahí mi prioridad cambió.
Tenía que hacer algo. Y ese algo pasaba en bajar de las 3 cifras.
¿Cómo lo haría?
El primer pensamiento que se me vino a la mente, fue apuntarme a un gimnasio. Y lo hice. Pero en los 3 meses que estuve apuntado, fui 5 días. No era lo mío.
Así que, alentado por un amigo, probé con esto del running.
El primer día corrí media hora. Y al segundo, 45 minutos. Al tercero, no podía moverme. Y lo que es peor, acabé con periostitis. Por eso del sobrepeso.
Pero, a pesar de acabar lesionado, me di cuenta de algo que marcaría mi futuro. Me gustaba correr.
Pasaron 7 meses y algunos kilos de más hasta que volví a ponerme las zapatillas. Aún recuerdo la marca y modelo: Nike Vomero.
Empecé un entrenamiento que encontré en internet para empezar a correr. Nada de ir a lo loco.
Tres días: martes, jueves y domingo.
Este entrenamiento consistía en caminar y correr. Cada semana, rebajaba los minutos de andar y aumentaba el tiempo corriendo.
Así llegué a correr mi primera hora.
En esas semanas, que duró el entrenamiento, cambió algo que marcó mi vida: mis prioridades.
Durante mi etapa de gandúl siempre pensaba que habría un día en el que me pondría a dieta. Que la solución llegaría sola. Por arte de magia.
Pasaban los días y el problema seguía ahí. E iba a más.
Como ya habrás adivinado, marcarse prioridades es fundamental.
En mi caso, la prioridad no era salir a correr (eso llegó después) sino que era solucionar mi problema de sobrepeso. Priorice, por tanto, en mi salud.
En tu caso, al no conocerte, tendrás que valorar tú cual es tu prioridad. Pero marcársela, será imprescindible si quieres dejar de lado la excusa del no tengo tiempo.
La climatología es otra de las excusas más comunes que los runners utilizan para no salir a correr.
Está lloviendo.
Hace mucho calor.
Hace frío.
Está nevando.
Etc etc etc,…
Incluso aunque haga un día fantástico, siempre podemos usar aquello de Con el día que hace, no voy a salir a correr…
Como ves, vale todo. Y seguro que tú también has utilizado algunas de estas frases.
Todos lo hemos hecho.
Mira,
Una vez fui a correr la Behobia.
Como sabrás, allí llover es habitual.
Llegué al hotel por la tarde con el día nublado.
Una vez hecho el check-in, me subí para cambiarme la ropa y salir a trotar.
Antes de salir, vi por la ventana que acababa de empezar a llover. Bueno, hablemos con propiedad: a diluviar.
Reculé, esperando que dejara de caer agua.
Aquello no paraba.
Miré por la ventana: un corredor con chubasquero pasó por el parque situado enfrente del hotel. Al minuto, otro. Y otros dos más,…
Eran todos runners locales, sabedores que si no salían a correr lloviendo, no entrenarían la mitad de los días.
Aceptaban las reglas del juego.
Y jugaban.
Hace poco tiempo, leí algo que titulaba así:
La vida no se trata de tener buenas cartas, sino de jugar bien las que se tienen.
Adaptarse a las situaciones que tenemos a diario es fundamental. A nivel personal y a nivel deportivo.
Los corredores que vi corriendo bajo aquel diluvio, jugaron no con las mejores cartas de la baraja. Lo hicieron con las que les tocaron.
Se adaptaron a las circunstancias.
Buenas o malas. Da igual.
Pero ellos estaban haciendo lo que querían. Lo que deseaban. Sin que nada ni nadie les parara.
Mientras, yo, me recluía bajo techo. A cobijo, sí.
Pero amargado, jodido y con el mal humor que acostumbra a los corredores cuando no salimos a correr.
Aprendí, por tanto, que cada día tendría una situación distinta a la que enfrentarme.
Adaptarme o no, dependía de mi.
Adaptarte o no, depende de ti.
La falta de motivación es uno de los condicionantes que nos pueden atar al sofá de casa.
Una larga lesión, acabar un objetivo que teníamos marcado hace mucho tiempo, una cuarentena…
Pueden ser detonantes suficientes para que acabemos sin ningún objetivo y, por tanto, lleguemos a la desmotivación.
Esto es algo muy común en corredores.
Mientras vemos que nuestros compañeros están más fuertes que el vinagre, tú estás en casa echando panza.
Y ya no solo eso.
Te dejas ir.
Al acabar el maratón de Valencia 2019 y conseguir la marca que buscaba, tuve unas semanas que me tomé sabáticas.
No running.
Solo cerveza.
Como seguro que recuerdas, en marzo de 2020, llegó la COVID19 y nos encerraron en casa durante dos meses.
Mi tiempo de Solo cerveza se prolongó.
Las carreras tardaron en volver a establecerse y en lugar de motivarme con alguna de ellas, lo único que conseguí fue desmotivarme.
Esto llevó a que cayera en la dejadez.
Mis entrenamientos semanales pasaron de seis a tres días.
Llegar a ese estado es como entrar en un bucle.
Si no tengo un objetivo, no entreno.
Si no entreno, no tengo un objetivo.
La motivación es el principal motor que nos hace mantener un alto nivel de intensidad en nuestros entrenamientos.
Pero no todos los objetivos tienen que relacionarse con hacer marca personal o con finalizar una carrera.
Personalmente y aunque sé que nunca volveré a estar tan fino como en 2019, tengo un objetivo: disfrutar del running.
Hasta que no he tenido claro que esto podía ser un objetivo, no he vuelto a salir a correr los seis días que acostumbraba.
No me marco tiempos.
No me marco distancias.
Salgo a correr y me olvido de todo.
Si estoy media hora, genial.
Si estoy una hora, igual.
Este es tan sólo mi objetivo.
Tú debes marcarte los tuyos.
Correr sí.
Pero con un objetivo.
Cualquiera es válido.
Si eres de los que les gusta competir, una de las mejores ideas que te puedo dar, es que al principio de temporada, apuntes en el calendario una serie de competiciones a las que te gustaría ir.
Tendrás el foco puesto en esas fechas tan señaladas.
A todos nos levanta el despertador entre semana.
Entre bostezos acudimos al trabajo donde tenemos que sacar adelante la jornada laboral.
Sumemos el agotador tráfico.
Aguanta al compañero que ayer vió un capítulo de su serie preferida.
Soporta las manías del jefe.
Y tras 12 horas, por fin llegamos a casa.
Pero las obligaciones no acaban aquí.
Estar cansados es normal.
Qué levante la mano quien no lo esté después del estrés diario.
Pero el cansancio es un mal acompañante.
Especialmente si no cuentas con fuerza de voluntad para sobrellevarlo.
Yo no la tengo.
Pero lo supero a diario.
Tengo un hábito.
No sé si conoces a Rafa Nadal.
Ese señor que (da igual el año que leas esto) seguro que ha ganado Roland Garros.
En una de sus entrevistas le preguntaron, por qué tenía el ritual que acostumbra hacer antes de cada punto de su servicio.
Tiene 10 tics y 8 manías.
Rafa es rotundo: Me ayuda a no perder la concentración.
Obviamente, este no es el motivo por el que ha llegado hasta donde ha llegado.
Pero le ayuda.
Le ayuda mucho.
No digo que tengas que tocarte el pelito, rasgarte la nariz, tocarte el pelito de nuevo y bajarte la goma del calzón.
Pero tienes que tener un ritual.
Debes tener hábitos.
Los hábitos te van a ayudar a mantener la constancia en el deporte. Nadie va a salir a correr por ti, estamos de acuerdo, pero tener establecido un ritual al llegar a casa del trabajo, te va a ayudar mucho.
Dicen, que una acción se convierte en hábito cuando lo haces repetidamente durante 21 días seguidos. ¿Recuerdas el programa 21 días con Samanta? Pues eso…
Crea tu ritual personal.
Correr sin dolor es un placer al que sólo le puede igualar un buen orgasmo.
Pero no siempre es posible.
Personalmente y cada día que salgo a correr, hay algo que me duele.
Ayer mismo, sin ir más lejos, una pequeña molestia en el gemelo, me avisaba al levantarme de la cama.
¿El motivo? Pues no lo sé.
La causa tampoco: una mala pisada en el rodaje anterior, un esfuerzo en el trabajo o simplemente dormir mal, etc…
Vete tú a saber.
Pero no fue motivo suficiente para quedarme en casa.
Todos sabemos, en nuestro foro interior, cuando una molestia es algo más.
Mantener la cabeza fría y no darle más importancia, suele ser la mejor de las medicinas a nuestro dolor.
Otra cosa es que vaya a más.
Ahí ya se recomienda parar. Y tratar en el fisio.
Pero una pequeña molestia no debe ser justificante para quedarnos en casa.
Desde que dejé de competir, no he vuelto a preocuparme por los dolores.
Y los tengo.
Pero he dejado de darlos la importancia como para que me obsesione con ellos.
Están ahí. Vale.
Pero forman parte del juego.
Ser conscientes de que siempre estarán, te quitará un peso de encima.
Especialmente los días previos a una carrera importante. Ahí es cuando de verdad, estas molestias acojonan.